INTELIGENCIA EMOCIONAL DENTRO DE LA PRÁCTICA EDUCATIVA
Enrique Adolfo Simmonds Barrios
Arquitecto Magíster en Informática Educativa
Facultad de Arquitectura e Ingeniería Industrial
Docente de la Institución Universitaria de Colombia
Correo electrónico: enriquesimmonds@gmail.com
Bogotá; Agosto 23/2024.
Al hablar de emociones
es posible entenderlas como reacciones de carácter psicológico y fisiológico;
es decir, de la mente y del cuerpo, respectivamente, que pueden ser
experimentadas como una respuesta ante estímulos o situaciones principalmente
externas. Éstas suelen ser naturales en el ser humano y se expresan de forma
automática.
Dentro de este ámbito,
el afamado psicólogo, escritor, periodista Daniel Goleman propone una teoría
conocida como Inteligencia Emocional (IE) que busca comprender de forma más
clara la inteligencia más allá de los aspectos cognitivos. Savater (2023)[1],
a respecto, afirma:
Hablamos
ante todo de nuestra capacidad para dirigirnos con efectividad a los demás y a
nosotros mismos, de conectar con nuestras emociones, de gestionarlas, de
automotivarnos, etcétera. Dicho de otro modo, la inteligencia emocional alude a
la capacidad para reconocer nuestros propios sentimientos y emociones,
comprender cómo nos afectan y aprender a manejarlos de manera efectiva.
Asimismo, de acuerdo con
Bello (2023)[2],
esta Inteligencia Emocional (IE) reconoce la capacidad de asumir las propias
emociones y las de otras personas, y cómo poder gestionarlas en determinadas
situaciones. Tal reconocimiento irá permitiendo tener un mejor manejo de las
relaciones personales y conseguir cambios positivos en el entorno circundante.
En este orden de ideas,
en figura del educador o docente se considera de elevada importancia aplicación
de esta teoría de Inteligencia Emocional en el aula de clases, con lo cual,
permita tener un mejor dominio personal y del grupo, todo dentro del marco de
un ambiente educativo saludable y relaciones interpersonales sanas (docente –
estudiante y estudiante – estudiante).
Unido a lo anterior,
Tacca, Tacca y Cuarez (2020)[3]
afirman que existe evidencia científica que respalda el hecho que las emociones
se relacionan con los resultados de aprendizaje tenidos con los estudiantes y
que las emociones inciden en la formación. Se podría considerar que estos
factores favorecerían positivamente y en gran medida las prácticas educativas.
Adicional a lo anterior,
Pertegal, Castejóny Martínez (2011, citado en Tacca, Tacca y Cuarez (2020)),
refieren: La efectividad y calidad del proceso de enseñanza tienen relación
con las competencias sociales y emocionales del docente (página 3). Esto
sugeriría que los educadores tienen la responsabilidad asumir y tomar riendas
de su propia emocionalidad, especialmente, dentro del aula, en medio de los
procesos educativos.
Enfatizando lo
anteriormente expuesto, y extrayendo los resultados obtenidos por Tacca, Tacca
y Cuarez (2020), se tiene que:
Los
resultados muestran que existe correlación positiva entre la inteligencia
emocional del docente y la satisfacción académica del estudiante. Asimismo, se
observa que la correlación entre satisfacción académica y el componente
interpersonal (relaciones interpersonales, responsabilidad social y empatía) es
mayor respecto de las correlaciones con los otros componentes. Sin embargo, es
importante mencionar que los componentes manejo de la tensión e intrapersonal
también obtienen índices de correlación positivos y altos con la satisfacción
académica.
(página 12)
Además:
Según los
resultados, los docentes de 45 años a más presentan mayor inteligencia
emocional en comparación con los de menor edad (de 30 a 44 años). Estos
resultados coinciden con la propuesta de Abanto, et al. (2000), Bar-On (2006),
Brasseur et al. (2013), Luque-Reca et al. (2016) y Sharma (2017), quienes
exponen que la inteligencia emocional se correlaciona con la edad. […] Los
docentes de 45 años a más presentan mayor inteligencia emocional, lo que se
traduce en un aporte a lo propuesto por Abanto et al. (2000) y Bar-On (2006).
Como afirman Danvila y Sastre (2010), la experiencia del docente, que
generalmente aumenta con la edad, se convierte en un factor que contribuye al
desarrollo de la inteligencia emocional […]. (página 13)
Finalmente, lo
presentado con los anteriores autores comienza a plantear que, en efecto, hay
una relación positiva entre una Inteligencia Emocional de los docentes con los
resultados obtenidos con los estudiantes, además que la experiencia docente y
el crecimiento y maduración personal serán un componente que sumará a mejores
experiencias de aprendizaje.
[1] Savater, Valeria
(2023). ¿QUÉ ES LA INTELIGENCIA EMOCIONAL? La Mente es Maravillosa:
Revista en línea de Psicología. Disponible en: https://lamenteesmaravillosa.com/daniel-goleman-teoria-la-inteligencia-emocional/ (Consulta:
21/Agosto/2024).
[2] Bello, Elena (2023). LA
INTELIGENCIA EMOCIONAL DE DANIEL GOLEMAN: QUÉ ES Y CÓMO DESARROLLARLA. IEB
School: Portal educativo. Disponible en: https://www.iebschool.com/blog/liderazgo-inteligencia-emocional-coach-management/ (Consulta:
21/Agosto/2024).
[3] Tacca, Daniel; Tacca,
Ana; Cuarez, Renzo (2020). INTELIGENCIA EMOCIONAL DEL DOCENTE Y SATISFACCIÓN
ACADÉMICA DEL ESTUDIANTE UNIVERSITARIO. RIDU Revista Digital de
Investigación y Docencia Universitaria. Volumen 14. Número 1, Enero – Junio.
Perú. e-ISSN: 2223-2516. Disponible en: http://www.scielo.org.pe/scielo.php?pid=S2223-25162020000100009&script=sci_abstract (Consulta:
23/Agosto/2024).
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