sábado, 24 de agosto de 2024

INTELIGENCIA EMOCIONAL DENTRO DE LA PRÁCTICA EDUCATIVA

INTELIGENCIA EMOCIONAL DENTRO DE LA PRÁCTICA EDUCATIVA

Enrique Adolfo Simmonds Barrios

Arquitecto Magíster en Informática Educativa

Facultad de Arquitectura e Ingeniería Industrial

Docente de la Institución Universitaria de Colombia

Correo electrónico: enriquesimmonds@gmail.com

Bogotá; Agosto 23/2024.

 

 

Al hablar de emociones es posible entenderlas como reacciones de carácter psicológico y fisiológico; es decir, de la mente y del cuerpo, respectivamente, que pueden ser experimentadas como una respuesta ante estímulos o situaciones principalmente externas. Éstas suelen ser naturales en el ser humano y se expresan de forma automática.

 


Dentro de este ámbito, el afamado psicólogo, escritor, periodista Daniel Goleman propone una teoría conocida como Inteligencia Emocional (IE) que busca comprender de forma más clara la inteligencia más allá de los aspectos cognitivos. Savater (2023)[1], a respecto, afirma:

 

Hablamos ante todo de nuestra capacidad para dirigirnos con efectividad a los demás y a nosotros mismos, de conectar con nuestras emociones, de gestionarlas, de automotivarnos, etcétera. Dicho de otro modo, la inteligencia emocional alude a la capacidad para reconocer nuestros propios sentimientos y emociones, comprender cómo nos afectan y aprender a manejarlos de manera efectiva.

 

Asimismo, de acuerdo con Bello (2023)[2], esta Inteligencia Emocional (IE) reconoce la capacidad de asumir las propias emociones y las de otras personas, y cómo poder gestionarlas en determinadas situaciones. Tal reconocimiento irá permitiendo tener un mejor manejo de las relaciones personales y conseguir cambios positivos en el entorno circundante.

 

En este orden de ideas, en figura del educador o docente se considera de elevada importancia aplicación de esta teoría de Inteligencia Emocional en el aula de clases, con lo cual, permita tener un mejor dominio personal y del grupo, todo dentro del marco de un ambiente educativo saludable y relaciones interpersonales sanas (docente – estudiante y estudiante – estudiante).

 

Unido a lo anterior, Tacca, Tacca y Cuarez (2020)[3] afirman que existe evidencia científica que respalda el hecho que las emociones se relacionan con los resultados de aprendizaje tenidos con los estudiantes y que las emociones inciden en la formación. Se podría considerar que estos factores favorecerían positivamente y en gran medida las prácticas educativas.

 

Adicional a lo anterior, Pertegal, Castejóny Martínez (2011, citado en Tacca, Tacca y Cuarez (2020)), refieren: La efectividad y calidad del proceso de enseñanza tienen relación con las competencias sociales y emocionales del docente (página 3). Esto sugeriría que los educadores tienen la responsabilidad asumir y tomar riendas de su propia emocionalidad, especialmente, dentro del aula, en medio de los procesos educativos.

 


Enfatizando lo anteriormente expuesto, y extrayendo los resultados obtenidos por Tacca, Tacca y Cuarez (2020), se tiene que:

 

Los resultados muestran que existe correlación positiva entre la inteligencia emocional del docente y la satisfacción académica del estudiante. Asimismo, se observa que la correlación entre satisfacción académica y el componente interpersonal (relaciones interpersonales, responsabilidad social y empatía) es mayor respecto de las correlaciones con los otros componentes. Sin embargo, es importante mencionar que los componentes manejo de la tensión e intrapersonal también obtienen índices de correlación positivos y altos con la satisfacción académica. (página 12)

 

Además:

 

Según los resultados, los docentes de 45 años a más presentan mayor inteligencia emocional en comparación con los de menor edad (de 30 a 44 años). Estos resultados coinciden con la propuesta de Abanto, et al. (2000), Bar-On (2006), Brasseur et al. (2013), Luque-Reca et al. (2016) y Sharma (2017), quienes exponen que la inteligencia emocional se correlaciona con la edad. […] Los docentes de 45 años a más presentan mayor inteligencia emocional, lo que se traduce en un aporte a lo propuesto por Abanto et al. (2000) y Bar-On (2006). Como afirman Danvila y Sastre (2010), la experiencia del docente, que generalmente aumenta con la edad, se convierte en un factor que contribuye al desarrollo de la inteligencia emocional […]. (página 13)

 

Finalmente, lo presentado con los anteriores autores comienza a plantear que, en efecto, hay una relación positiva entre una Inteligencia Emocional de los docentes con los resultados obtenidos con los estudiantes, además que la experiencia docente y el crecimiento y maduración personal serán un componente que sumará a mejores experiencias de aprendizaje.



[1] Savater, Valeria (2023). ¿QUÉ ES LA INTELIGENCIA EMOCIONAL? La Mente es Maravillosa: Revista en línea de Psicología. Disponible en: https://lamenteesmaravillosa.com/daniel-goleman-teoria-la-inteligencia-emocional/ (Consulta: 21/Agosto/2024).

[2] Bello, Elena (2023). LA INTELIGENCIA EMOCIONAL DE DANIEL GOLEMAN: QUÉ ES Y CÓMO DESARROLLARLA. IEB School: Portal educativo. Disponible en: https://www.iebschool.com/blog/liderazgo-inteligencia-emocional-coach-management/ (Consulta: 21/Agosto/2024).

[3] Tacca, Daniel; Tacca, Ana; Cuarez, Renzo (2020). INTELIGENCIA EMOCIONAL DEL DOCENTE Y SATISFACCIÓN ACADÉMICA DEL ESTUDIANTE UNIVERSITARIO. RIDU Revista Digital de Investigación y Docencia Universitaria. Volumen 14. Número 1, Enero – Junio. Perú. e-ISSN: 2223-2516. Disponible en: http://www.scielo.org.pe/scielo.php?pid=S2223-25162020000100009&script=sci_abstract (Consulta: 23/Agosto/2024).

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